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LA ÉLITE DE ARROYO

IES TAMUJAL

Arroyo de San Serván

REDACCIÓN: MARIO RASERO, FERNANDO SOLTERO, ALEJANDRO ORDOÑEZ, LUCÍA ORDOÑEZ, SAMUEL ROSADO, LEANDRO OLMEDO

La guerra silenciosa del campo brasileño

La guerra silenciosa del campo brasileño
Miembros del MTS protestan. Sólo el 1,6% de muertes en el campo se resuelve.

Brasil es el país más violento del mundo

05.04.2018 - La Élite(Leandro)

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Eran las doce del mediodía cuando los encapuchados entraron a la gleba de Taquaruçu del Norte (Matogrosso), un pequeño terreno de la iglesia trabajado por campesinos sin tierra. Primero les ataron, les torturaron, y después desfiguraron el rostro de cuatro trabajadores antes de darles el tiro de gracia. Siete murieron por disparos -entre ellos un cura-, dos a machetazos. Ocurrió el 19 de marzo de 2017 y fue la segunda mayor matanza de campesinos del pasado año. La primera fue en el estado de Pará, uno de los más violentos de Brasil, donde la policía asesinó a doce peones que invadían una tierra. La orden era detenerlos, la resolución fue matarlos.

También era por la mañana cuando invadieron la parcela de Ivanildo Francisco da Silva (46), uno de los líderes del Movimiento Sin Tierra (MST) de Paraíba. Su mujer le encontró al día siguiente con un tiro en la sien y con su hija de un año cubierta de sangre llorando al lado de su padre. La policía detuvo a siete pistoleros supuestamente contratados por terratenientes, pero a la semana los liberaron. Sucedió el 7 de abril de 2016, y su muerte fue apenas una de las 61 que se produjeron ese año, el más sangriento de las últimas dos décadas.

Según un informe de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) desde la llegada de Michel Temer a la Presidencia, el número de muertes en el campo aumentó un 22% respecto a 2015, y se triplicó en relación al año 2000. De mayo de 2016 -cuando asumió la presidencia interina- a finales de 2017 la guerra en el campo se ha cobrado una centena de víctimas entre labradores, indígenas y líderes del MST. En este período aumentaron un 86% las amenazas de muerte a los campesinos, un 68% el intento de asesinatos, y un 185% la prisión de trabajadores del campo e indígenas.

En el país donde el 60% de la tierra le pertenece a un 1% de la población, el conflicto agrario entre terratenientes y campesinos está más vivo y es más violento que nunca. Desde la redemocratización del país hasta la actualidad (1985-2017) se ha asesinado a 1.898 agricultores, denuncia la CPT. La policía tan sólo resolvió y condenó el 1,6% de los casos.

Estos números han hecho de Brasil el país más peligroso del mundo para los campesinos. Según la ONG Global Witness también es el campeón mundial de asesinatos de activistas y defensores del medio ambiente: un total de 448 asesinados entre 2002 y 2013. El pasado mes de mayo Naciones Unidas denunció la brutalidad que sufre el campo brasileño: "Estamos preocupados ante el aumento de víctimas entre campesinos y activistas. Brasil necesita empezar a lidiar con la impunidad", dijo Zeid Ra'ad Al Hussein, alto comisionado de la ONU para Derechos Humanos.

La sombra del agronegocio

Desde los años ochenta no se recordaba un periodo tan violento. Aquella década fue la del retorno de la democracia, la del nacimiento del MST y la de la formulación de una nueva reforma agraria. Un periodo de transición nada pacífico entre un pasado en el que los terratenientes habían ganado la partida gracias a las ayudas de los militares, y un futuro que daba esperanzas a los campesinos con líderes elegidos democráticamente en el Ejecutivo y en el Congreso.

La reforma agraria no se implantó como esperaban los Sin Tierra. En los últimos treinta años la concentración de latifundios -más de 100.000 hectáreas- ha aumentado un 375% mientras que la expropiación de tierras destinadas a los campesinos no ha llegado ni al 10% que aspiraba el MST, señala un estudio de la Universidad Estatal Paulista (Unesp).

Los gobiernos petistas de Lula da Silva y Dilma Rousseff se mantuvieron a medio camino entre ambos bandos. Por un lado expropiaron más tierras que gobiernos anteriores y devolvieron territorio a las comunidades indígenas; pero también apostaron por el agronegocio, por una economía basada en la exportación de materias primas, y concedieron todo tipo de ayudas a los terratenientes para poder expandir la frontera agrícola.

Con el Ejecutivo de Temer la fuerza ha vuelto a pasar a un único bando. El presidente de Brasil escogió como presidente de Agricultura a Blairo Maggi, el mayor productor de soja del país. El nuevo mandatario cerró el ministerio de la Reforma Agraria y desde el Congreso, la mayoritaria bancada del agronegocio ha puesto sobre la mesa una serie de medidas para paralizar el reconocimiento de tierras indígenas y liberalizar áreas de protección medioambiental para destinarlas a la minería.

Tras la matanza de los nueve campesinos en el norte de Mato Grosso, el Prelado de Sao Felix de Araguaia envió una carta al Gobierno: "Muchos de sus políticos incitan al odio y a la violencia contra las comunidades que luchan por sus derechos. Vivimos en una tierra sin ley, una verdadera guerra civil". El enterrador que cavó las tumbas de estas víctimas de Taquaruçu del Norte hizo más de nueve fosas. Cuando un periodista de Reporter Brasil le preguntó el por qué, respondió: "Adelanto trabajo para la próxima matanza